Hace mucho tiempo, en un
pueblecito llamado Hamelín,
sucedió algo muy extraño. Un día, todas las calles fueron invadidas por miles
de ratones que merodeaban por todas partes, arrasando con todo el grano que
había en los graneros y con toda la comida de sus habitantes.
Nadie acertaba a comprender
el motivo de la invasión y, por más que intentavan ahuyentar a los ratones,
parecía que que lo único que conseguían era que acudiesen más y más ratones.
Ante la gravedad de la
situación, los prohombres de la ciudad, que veían peligrar sus riquezas por la
voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron:
- “Daremos cien monedas de oro
a quien nos libre de los ratones”.
Pronto se presentó joven
flautista a quien nadie había visto antes y les dijo:
- “La recompensa será mía.
Esta noche no quedará ni un sólo ratón en Hamelín”.
El joven cogió su flauta y
empezó a pasear por las calles de Hamelín haciendo sonar una hermosa melodía
que parecía encantar a los ratones. Poco a poco, todos los ratones empezaron a
salir de sus escondrijos y a seguirle mientras el flautista continuaba tocando,
incansable, su flauta. Caminando, caminando, el flautista se alejó de la ciudad
hasta llegar a un río, donde todos los ratones subieron a una balsa que se
perdió en la distancia.
Los hamelineses, al ver las
calles de Hamelín libres de
ratones, respiraron aliviados. ¡Por fin estaban tranquilos y podían
volver a sus negocios! Estaban tan contentos que organizaron una fiesta
olvidando que había sido el joven flautista quien les había conseguido alejar
los ratones. A la mañana siguiente, el joven volvió a Hamelín para recibir la
recompensa que habían prometido para quien les librara de los ratones.
Pero los prohombres, que
eran muy codiciosos y solamente pensaban en sus propios bienes, no quisieron
cumplir con su promesa:
- “¡Vete de nuestro pueblo!
¿Crees que te debemos pagar algo cuando lo único que has hecho ha sido tocar la
flauta? ¡Nosotros no te debemos nada!”
El joven flautista se enojó mucho a causa
de la avarícia y la ingratitud de aquellas personas y prometió que se vengaría.
Entonces, cogió la flauta con la que había hechizado a los ratones y empezó a
tocar una melodia muy dulce. Pero esta vez no fueron los ratones los que
siguieron insistentemente al flautista sino todos y cada uno de los niños del
pueblo. Cogidos de la mano, sonriendo y sin hacer caso de los ruegos de sus
padres, siguieron al joven hasta las montañas, donde el flautista les encerró
en una cueva desconocida.
Hamelín se convirtió en un
pueblo triste, sin las risas y la alegría de los niños; hasta las flores, que
siempre tenían unos colores espléndidos, quedaron pálidas de tanta tristeza.
Pasados unos meses, los
prohombres de Hamelín, junto al resto de habitantes del pueblo, buscaron al
flautista para pagarle las cien monedas de oro y pedirle perdón y que por favor
les devolviese a sus niños.
A partir de aquél día, los
habitantes de Hamelín dejaron de ser tan ávaros y cumplieron siempre con sus
promesas.
ay mano mas imagenes
ResponderEliminarIMAGENES!!!!!
ResponderEliminarHahahah ^^
ResponderEliminarEsta bueno, pero faltan imágentes xD
ResponderEliminarcierto, te faltan imagenes; pero en sí me gusto tu blog... (Y)
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